Cuenta G. Steiner que en uno de su último seminario, ya a las puertas de la muerte, Paul de Man, el famoso pensador de la deconstrucción, respondió a uno de los participantes, más radical que el propio maestro: "Cállese, cállese. ¿O acaso no sabe que solo hay un interrogante? ¿la existencia o inexistencia de Dios?". Nosotros podemos servirnos de esta frase como introducción a nuestro diálogo. El tema de Dios, honestamente tratado, abierto a su negación como posibilidad (alguien ha dicho que la gloria de Dios está en la existencia del ateo, porque garantiza ineludiblemente su libertad...), propuesto con la fuerza humilde de quien se sabe siempre en camino, será también siempre interesante. La prueba: esta sala.
Mi respuesta a la cuestión inicial es rotundamente afirmativa.
La razón me parece obvia: hay mucha gente, buena y mala, en todas las partes del mundo, que viven sin Dios. Se verifica aquí el principio de la filosofía clásica: "de facto ad posse valet il·latio". Traducido, significa: lo que pasa, es que puede pasar. Y tiene el peso de las cosas reales.
Al mismo tiempo, y por la misma razón, se da su contrario: hay mucha gente, buena y mala, que afirma creer en Dios. Y este dato tiene el mismo valor que el anterior.
Yo, en particular, y por lo que responde a mi propia experiencia, afirmo: resulta fascinante creer en Dios, vivir con Dios. Por lo menos en nuestro Dios.

El problema
Este doble punto de partida me permite plantear la cuestión en sus justos términos. Y para ello, creo será conveniente aducir algunos principios.
La pregunta de la que hemos partido, creer o no creer, ya no resulta inmediatamente significativa para muchos de nuestros contemporáneos, que no relacionarían de manera directa el creer o no creer con la afirmación religiosa
Además, no creer en nada me parece imposible a la hora de orientar la acción personal en el mundo. El terrorista, el mafioso, el corrupto, necesitan creer en algo para encontrar sentido a lo que hacen (o dejan de hacer): aunque sea en el dinero, en el poder, algunos de los dioses que ocupan entre nosotros el panteón de las sociedades avanzadas, de la sensación y el consumo
Por eso, al hablar de creer o no creer, será necesario precisar con honradez el contenido de lo que decimos que creemos o dejamos de creer: hay que concretar qué se cree o no y por qué
De ahí la necesidad del subtítulo de esta mesa redonda: ¿es posible vivir sin Dios? Porque centra nuestra discusión y la delimita. Se trata del lugar y del papel de la afirmación religiosa entre nosotros hoy
Esto me permita una primera toma de posición, para eludir los tópicos i situar el debate en sus coordenadas correctas de seriedad y rigor: hoy, en el mundo en que vivimos, en los comienzos del siglo XXI i en pleno proceso de globalización, la alternativa no es creencia - increencia, sino barbarie y dignidad. A partir de este planteamiento voy a estructurar mi aportación.

 

Desarrollo de mi respuesta:
Sin duda, entre nosotros, el papel de la religión y de la pertenencia a una confesión cristiana, por ejemplo a la Iglesia católica, ha experimentado cambios muy notables, impensables hace tan solo unos lustros. ¿Qué es lo que ha cambiado para que nos replanteemos el papel de la increencia y se haya vuelto masivo el abandono de la práctica religiosa?
Considero que algunas de las causas podrían ser las siguientes:
Venimos de una sociedad fuerte (solo hace XXV años que tenemos una constitución democrática) que se reconocía como nacional católica. Sus notas definitorias eran:
- un Estado confesional
- una Iglesia socialmente poderosa e influyente
- una religión única, la católica, instrumento ideológico de control, presuntamente identificada con las esencias de la nación española
- Dios, probado, explicado y presentado desde el pensamiento metafísico, pensamiento fuerte que se corresponde con el tipo de sociedad del que emerge (el Dios de Jesús ha cedido el sitio al Dios de Aristóteles, por mediación de la escolástica medieval, asumida como sistema oficial de la Iglesia)
De esta situación de nuestro más próximo pasado, provienen una serie de asignaturas pendientes, no suficientemente "aprobadas" en la transición a la democracia, y que hoy ocupan un espacio notable en el imaginario social español:
- el papel de la Iglesia oficial en la guerra civil y el franquismo, no siempre tratado con el rigor histórico que exigiría un problema tan copmplejo y de tantas repercusiones prácticas en la actualidad, pero comprensible dado el grado de resentimiento lógico suscitado durante un tan largo período de nuestra historia
- "tics" autoritarios que se resisten a la nueva realidad establecida con la democracia, que afecta tanto a los políticos como a algunos sectores de la jerarquía eclesiástica, quienes se resisten a aceptar la progresiva pérdida de peso social de la Iglesia y, consecuentemente, a analizar con realismo sus causas
- la "crítica poco crítica" que habitualmente asume el debate sobre el tema religioso en los medios de comunicación social, mucho más atentos al espectáculo sin escrúpulos, generador de audiencia como único criterio decisivo, o a los intereses en juego. Desgraciadamente, son obviados aspectos, dimensiones, hechos que podrían proporcionar datos para la creación de un estado de opinión mucho más constructivo y transformador de la sociedad
En conclusión: el no a la religión, sobre todo a la religión institucionalizada, se hace sinónimo de progresismo, modernidad, futuro. La creencia es considerada un resabio de épocas pasadas con tendencia a desaparecer.
Hoy las cosas han cambiado. Rápida y profundamente (gracias a Dios, nunca tan bien dicho en un debate como este...). Vivimos en una sociedad pluridimensional, fragmentada, sin un centro a partir del cual recibe su sentido todo lo que afecta a las relaciones sociales. Este tipo de sociedad se expresa por medio del pensamiento débil, por su oposición a las posiciones metafísicas, fuertes, y que genera estructuras frágiles de organización social, por medio del consenso y de la acción comunicativa. La utopía, si es que se puede hablar todavía en estos términos, no se define como la situación feliz que nos espera al término de la historia, el final de la cual se proclama, sino como el esfuerzo común tendente a la construcción de un mundo habitable, vivible, sostenible, donde la pequeña felicidad de cada uno sirva de fundamento al futuro de todos.
Es en este nuevo marco de relaciones sociales que hay que pensar a Dios y encontrar el lugar de la religión.
No podemos prescindir, al plantear nuestras soluciones, de las propuestas que en este sentido han elaborado algunos de los grandes pensadores actuales. Me referirá xclusivamente a dos:
- Nietzche: Dios ha muerto; sus hijos lo han asesinado; pero nacerán otros dioses porque el Dios que ha muerto es, en realidad, el Dios moral y metafísico, obstáculo para la realización en plenitud de las posibilidades del hombre
- Heidegger: el olvido del ser a favor del ente es la nueva clave que permitirá interpretar la realidad; el hombre, pastor del ser y víctima del ser; crítica de la metafísica hasta llegar a la afirmación de su imposibilidad en el futuro que ya es nuestro presente
Esto hace impensable para siempre al Dios tradicionalmente explicado y aceptado desde las categorías de la metafísica clásica. Pero también, y en buena lógica, a su negación. Afirmar al Dios de la tradición es un problema metafísico. Su negación, también. Ambas proposiciones se sitúan fuera de las posibilidades del nuevo paradigma expresado en el pensamiento débil
Empieza, a partir de este momento, un proceso, que se ha dado en llamar "secularización" o "desencanto" del mundo y de la historia:
- iniciado y posibilitado por la tradición judeo-cristiana, al postular la cosmovisión bíblica un Dios diferente del mundo que, creándolo, establece una distancia entre la realidad intramundana y su causa. No olvidemos que los primeros cristianos fueron llamados ateos por el Imperio de Roma, que absolutizaba la referencia política como presupuesto de pertenencia al colectivo
- este proceso es el que permite rescatar una determinada experiencia de Dios y sobre todo, pensarla y decirla al margen de la metafísica y de la moral
- el contenido de este proceso, dicho muy sucintamente, consiste en un progresivo debilitamiento de la idea fuerte de Dios a la luz de la encarnación y de la muerte de Jesús (en lo que afecta al cristianismo), que desemboca en la afirmación del amor tierno, intenso y gratuito (ágape) como criterio de identidad y de discernimiento para la acción, punto de referencia último para la verdad o no de la propuesta religiosa cristiana.

 

Conclusiones:
1.- Si ya no es posible fundamentar desde la razón lógica tradicional, a causa de la crítica de la metafísica, la fe o el ateísmo, la creencia en Dios y la increencia, ambas son igualmente indemostrables como ejercicio teórico. Se convierten en resultado de una elección libre y razonada, en una opción de la persona. Con todo lo que esto implica y hace entrar en juego: razón, sentimiento, pasión, intuición, imaginativa, tradaición... En este sentido conviene recordar que el error de la cultura occidental, ya desde sus orígenes, ha sido la absolutización de la razón lógica y de su dimensión tecno - científica como únicas vías de acceso a la realidad, único camino reconocido del conocimiento verdadero. Intuición, pasión, sentimiento, experiencia estética, quedaban fuera del ámbito de la verdad y se veían reducidas al espacio de lo irracional. Creo que puede aportarse una causa: la imaginación, la poesía, la pasión son peligrosas para el poder. Difícilmente se les puede controlar. Y suponen una motivación para la acción mucho más fuerte que cualquier propuesta ideológica. Resultan, pues, perturbadoras.

2.- Si es cierto que la alternativa hoy es barbarie - dignidad, no se puede ser creyente en cualquier Dios ni ateo de cualquier manera. Stalin era ateo. El çgran Inquisidor, creyente. Solo el Dios que desenmascara la barbarie y fundamenta la dignidad será un Dios digno de ser creído. Solo un ateísmo capaz de producir hombres i mujeres dignos será correcto. J. A. Marina propone una ética para controlar los desmanes de las religiones. A nosotros nos gustaría postular un fundamento pera la ética universal que exige la globalización en curso desde los fragmentos. Que cada fragmento verifique sus esencias y su verdad. En el caso del cristianismo, a la luz de la encarnación, de la cruz y del ágape.

3.- Sin ánimo de ser exahistivo y solo a modo de insinuaciónes para la reflexión, voy a proponer en el apartado que sigue algunos aspectos que considero interesantes para la relación creencia - increencia.
3.1. Qué aporta la increncia al creyente:
- seriedad de la vida, del aquí y del ahora
- afirmación del valor del mundo y de la riqueza de la historia, sin ulteriores - expectativas
- seriedad del sufrimiento y de la muerte
- capacidad de arriesgar la vida en función de las propias tomas de posición vitales
alguien
- con quien medir las propias creencias

3.2.- Qué aporta al creyente la fe:
- una identidad
- compartida: un grupo de pertenencia, con todas las ventajas e inconvenientes que - esto supone
- un sistema de valores
- un universo simbólico y ritual
- una tradición extraordinariamente rica y útil
- una reserva escatológica: lo real nunca se deja absolutizar
- una experiencia balbuciente pero íntimamente real del misterio de la vida y de la muerte, del ser y del no ser

3.3.- Qué aporta al ateo la presencia del creyente:
- relativización de todos los absolutos, también del ateísmo (si existen otras - personas que no pensan/viven como yo, esto supone que debo constantemente ser crítico con mis posiciones teóricas y prácticas)
- la realidad del pluralismo
- la oportunidad de tolerancia y del diálogo
- una propuesta alternativa con que medirse
A ambos: la autocrítica necesaria desde sus propios valores genuinos

3.4.- Qué me ha aportado a mi la fe:
- un mapa para atravesar el desierto (Nietzche: el desierto crece; pero: desierto, en hebreo, "lugar de la palabra")
- una experiencia del valor supremo de la gratuidad y del amor sin límites
- una progresiva y no concluida liberación de la fascinación del tener y del poder
- "un no se qué que quedan balbuciendo" a través del contacto con lo que desde nuestra tradición se llama el misterio de Dios, Vida de la vida, Amor del amor, que constituye el contenido de la experiencia creyente aquí y ahora
- un intento, siempre frenado por el límite y el mal subjetivo, de dar la vida por los demás

 

Para terminar:
- creer solo cuando la creencia crea bondad, verdad y belleza, futuro y transformación de la realidad para todos en la dirección de la justicia, la libertad, la paz...
- permanecer en la increencia cuando ello nos lleva a la lucha contra el dolor y la muerte, a la tolerancia, a la vida en su plenitud
- los enemigos del creyente y del no creyente, por igual: la barbarie, en todas sus formas, (el fundamentalismo, la sectarización, la manipulación y el olvido del otro, sobre todo del pobre y del marginal)
¿Se puede vivir sin Dios?. Para la experiencia creyente, la pregunta se transforma en: ¿se puede vivir sin las rosas? "La rosa es sin por qué; florece cuando florece y no le importa si la ven", decía en el siglo XIV un místico de nuestra tradición cristiana.

 

Algunos temas que quedan pendientes:
- relación miedo - religión: es muy cierto que la religión tiene sus orígenes en el temor ante lo desconocido, lo incontrolable de la naturaleza y de la historia. Pero no se reduce a esto. Nadie tiene hoy la religión de los hombres del Neandertahl. Por otra parte, toda institución social puede decirse que nace del miedo. Que es un sentimiento muy serio, omnipresente y puede llegar a convertirse en serio obstáculo para la felicidad. La religión también responde al deseo de totalidad e infinito, de plenitud, de contacto con el misterio. En definitiva, de ir más allá de nosotros mismos en un afán de encontrar consistencia, fundamento, sentido. Las poesías de Juan de la Cruz difícilmente pueden reducirse a un mero resultado del miedo...
- lugar de la experiencia real de Dios: el amor, entendido como don de si que construye un nosotros concreto. Sobre todo, el amor eficaz para con "el otro", el pobre, el marginado, el marginal. Solo desde este ámbito de la experiencia vital puede hablarse de contacto con el misterio llamado Dios por las tradiciones religiosas históricas.
- el papel de las iglesias y tradiciones como mediación de la experiencia de Dios
pensar a Dios y explicarlo desde el nuevo paradigma que se expresa en el pensamiento débil propio de la modernidad
- experiencia de Dios y política, transformación de la realidad, religión e ideologías, justificación del poder desde la religión...
- capacidad liberadora y curativa de la experiencia religiosa
- el lugar de las iglesias en la sociedad española (mallorquina) actual

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